Las dimensiones de la lágrima.
Bajo la paranoia bicentenal, en un coctél de segregación, donde las condiciones son óptimas para la predicción que tropieza en lugar común pero peligra con caer en la zanja llamada certeza, Mcluhan lo advirtió allá en el norte de la gran urbe hace unos años. Somos la minúsucla partícula que devela la ondulante tela-nación y sus malabares.
Las edificaciones pierden a sus últimos creyentes, el barco se hunde y los capitanes se reparten el tesoro, la tripulación resiste en silencio, olvida su remo y menosprecia el oleaje, otros pocos aprovechan que el agua alcance los collares para sumergirse a husmear los tobillos, esos pocos buzos les ven los calzones argumentando rescates de ahogados.
Ya lo atisbaba Reyes hace casi un siglo, desde entonces, sus símiles buscaban los títulos y no la vocación. Con el tiempo todo lo ha justificado la S subrayada verticalmente, se ha ganado la aceptación social, a pesar de ser símbolo del derrumbe de los intereses por aquellos que la comprenden y sumisamente veneran.
En estos eternos círculos, se repiten los zapatos, yo estoy en los de aquél que voltea al cielo previo al cagoteo de la paloma, fracciones de segundo anteriores al impacto, el desafortunado observador contiene una lágrima tan grande, que es necesario tragar, una lágrima previa al ineludible contacto.
saludos.