martes, febrero 11, 2014

La realidad no es verbal



Hablar cansa: es indecible lo que es
Como se sabe: la realidad no es verbal
(cansa el cansancio de decir esto mismo)
De las palabras se retira el ser
como de la crecida inminente del río
los animales que, realmente, lo saben
a diferencia de los orilleros humanos
Somos las víctimas de una falsa ciencia
los practicantes de una superstición:
la palabra, este río a cuya orilla
como el famoso camarón nos dormimos
virtualmente ahogados en la nada torrencial
Incapaces, incluso, de saber qué corriente
y hacia donde nos lleva
si todavía cabe pensar en un sujeto
el verbo ir y como complemento
un lugar que no hay -aunque se diga-
en el adverbio donde y el hacia qué denota
en el hablar de nada (siempre se habla de nada)
-lo dice la gramática- la dirección del movimiento
reducido, también, a un simulacro.

Tu y yo hablamos del amor.

Enrique Lihn

Asistiré a mi muerte



Me moriré de frío entre las alas,
de un hachazo en el nombre,
me moriré delante de mis dos apellidos,
del árbol euskaldún que hizo mis brazos.
Me moriré de sol para gaviotas,
de lunas sin balcones a mis ojos,
me moriré sin ojos donde poner el cielo.
Me moriré de un mar irrespirable,
de un espanto más grande que la nada,
me moriré de sangre declinada sin mí,
conjugada en futuros sin presente.
Me moriré de sed junto a mis sueños,
de hambre en verso y en prosa, de hambre vida,
me moriré de vida,
moriré de la vida de la muerte.
Me moriré de tanta muerte mía
que abriré el corazón para que entre
sólo la soledad por mi agonía.
Moriré varias veces. Y a la tarde
leerán unos versos de ciprés amarillo sepultándome.
Dirán que fui poeta, solamente poeta nada menos.
No lloraréis por mí. Lloraréis
del miedo a vuestra propia muerte,
que vendrá hasta la mía vuestra muerte.
Asistiré a mi muerte,
y os contaré los días y las noches que me pasé llorando,
o cantando, o llorando, o de nuevo llorando.
Acudiré a mi entierro desde lejos,
cavaré la medida de mi polvo
y extenderé mis huesos sin raíces,
me comeré mis heces y mi nada
pensando que ya es algo ser la nada.
Iré a mi funeral
vestido con el luto de la tierra,
tocaré las campanas en silencio,
volveré hasta mi casa
y haré en mi colección de campanillas
la oración del poeta enamorado.
Unos pocos amigos verdaderos
besarán mis pecados de amistad verdadera.
Las sangres de mi sangre
harán una familia de heridas visitadas.
Tan sólo
llorará una mujer toda su alma,
me buscará el azul por todas partes,
me dirá mariposas, y yo le escribiré
sonetos para no morir
y una luz imborrable de palomas
donde voy a salvarme de la muerte,
donde van a salvarme las alas de mi nombre
y el río enamorado de sus besos.

Ángel Urrutia Iturbe

A veces



A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
       alguien te da un pañuelo
       alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la
             sala de espera del dentista
       alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
       alguien oye tu nombre y se pone a llorar

A veces
       encuentras en las páginas de un libro una vieja foto
             de la persona que amas y eso te da un tremendo
             escalofrío
       vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros
             por hora y piensas en sus ojos y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un
             día luminoso
       tocas un pie y te enervas como una quinceañera
       regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.
A veces
       una muchacha canta y estás trsite y la quieres
       un ingeniero agrónomo te saca de quicio
       una sirena te hace pensar en un bombero o en un
             equilibrista
       una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu
             prima
       un viejo pantalón te hace desear con furia y con
             dulzura a tu marido
A veces
       explican por la radio una historia ridícula y recuer-
             das a un hombre que en vida fue tu amigo
       disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en
             tu mujer y en tu hija
       ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te
             de quien no hace ni caso
       hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia
       apagan las luces de la sala y ya buscas la mano de tu
             amigo.
A veces
       esperando en un bar a que ella vuelva escribes un
             poema en una servilleta de papel muy fino
       hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea
             morder a tu vecina
       subes una escalera y piensas que sería bonito que el
             chico que te gusta te violara antes del cuarto
             piso
       repican las campanas y amas al campanero o al cura
             o a Dios si es que existiera
       miras a quien te mira y quisieras tener el poder ne-
             cesario o para ordenar que en ese mismo instante
             se detuvieran todos los relojes del mundo.
A veces
       sólo a veces gran amor.
 
José Agustín Goytisolo