miércoles, julio 02, 2014

Báber o paiki

En estos tiempos, y vaya que son buenos, las opciones se limitan a dos y sólo dos: ser un “báber” o ser un “paiki”. La desición depende, en gran medida, de lo que el mundo espere de ti, y también de lo que uno espere del mundo. Pasa lo mismo con el amor. Uno se imagina una cosa pero normalmente termina encontrándose con otra. En estos tiempos, y vaya que son buenos, los árabes derrumban las torres de los gringos y puedes traer toda tu música en una cajita blanca que cabe en tu bolsillo, pero el amor sigue siendo el mismo, la misma mentira que alguien inventó para que la gente no se arrojara por la ventana. La misma mierda de siempre. Dicen que lo malo del amor es que se trata de un crimen del que no se puede prescindir de un cómplice.

—  Ruy Xoconostle, La vida sin Pixie (Edición Redux).

Veintisiete

Respiré profundamente.
Pixie se quitó la gorra (cabellos rojizos, hermosos) y se rascó la cabeza. Arqueando las cejas, dijo:
De ninguna manera voy a mandar traer el carrito de la dulcería.
En ese momento, intenté el ruin chantaje de al cliente lo que pida, pero Pixie sólo se limitó a sonreír y a preguntarme cuántos años tenía. Le respondí que veinticinco. Ella sólo atinó a mover la cabeza de un lado a otro.
No es una buena edad, dijo, tanto emocional como creativamente hablando.
Guau.
Por primera vez en mucho tiempo me sentí interesado por lo que alguien más tenía que decir, y le tuve que preguntar cuál era, según ella, la mejor edad.
Los veintisiete, afirmó sin parpadear. Es la edad perfecta, los perfectos veintisiete. Realmente Jesucristo inició su vida pública a los veintisiete. Steven Spielberg tenía veintisiete años cuando filmó “Tiburón”.
De ahí saqué eso.
Las Luces comenzaron a bajar.
Ya va a empezar la función, dijo Pixie al alejarse, mejor apúrese, no le vayan a ganar su lugar.
Pero yo no fui a mi lugar, sino que corrí hacia ella, la detuve, le pedí que no me hablara de usted, le pregunté cuántos años tenía y la invité a ver la película conmigo.
Tengo que trabajar, declinó cortésmente. Y tengo veinticinco años. También.
—  Ruy Xoconostle, La vida sin Pixie (Edición Redux).

martes, abril 01, 2014

Eco


Te extraño sin ti
Lo falto
Más que a nosotros más que a ti
Extraído en medio de ambos
Quedando sin mitad y a medias sin otro
Sin uno mismo
Sin uno extraño
Sin lado nuestro
Bacante
Sátiro
Centauro
Sin mitad faltante
Cubierto con la mitad que no corresponde
Substraído
Por alguien
Que se perdió en nosotros
 

viernes, marzo 14, 2014

Administrador del conocimiento

Como no existía un nombre para el puesto que ocupo, o al menos nadie me lo dijo, decidí inventármelo, y ahora firmo los mails oficiales como < < administrador del conocimiento > > del museo. Saqué la idea de un anuncio espectacular que se levanta sobre el Periférico promocionando las nuevas licenciaturas de una universidad privada. Una de ellas se llama así, precisamente: Administrador del conocimiento. Me encantó: sentí que expresaba mis convicciones más íntimas: ya con lo que se sabe sobre el mundo es más que suficiente, creo. Ahora lo que procede es administrar ese saber de forma tal que la gente sea feliz, que no se sienta constante e irremediablemente desgraciada.
         Yo no soy especialmente feliz. Y además creo que nunca estudiaría esa carrera. De hecho nunca estudiaría ninguna carrera. De hecho, nunca estudié ninguna carrera. Al menos no de cabo a rabo. Pasé casi cuatro semestres, es verdad, inscrito en Letras Inglesas, pero un profundo rechazo hacia el entusiasmo universitario me hizo desistir a tiempo, justo antes de que, abducido por uno de esos diligentes alumnos que opinan sobre cualquier tema, me convenciese de las ventajas de afiliarme a un grupo específico de estudios, dispuesto a destazar, durante años, el mismo, idéntico fragmento de una novela del siglo XIX.

En medio de extrañas víctimas
- Daniel Saldaña París

lunes, marzo 10, 2014

Llamado por los malos poetas

Se necesitan malos poetas.
Buenas personas, pero poetas 
malos. Dos, cien, mil malos poetas 
se necesitan más para que estallen 
las diez mil flores del poema. 
  
Que en ellos viva la poesía, 
la innecesaria, la fútil, la sutil 
poesía imprescindible. O la in- 
versa: la poesía necesaria, 
la prescindible para vivir. 
  
Que florezcan diez maos en el pantano 
y en la barranca un Ele, un Juan, 
un Gelman como elefante entero de cristal roto, 
o un Rojas roto, mendigando 
a la Reina de España. 
  
(Ahora España 
ha vuelto a ser un reino y tiene Reina, 
y Rey del reino. España es un tablero 
de alfiles politizados y peones 
recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego). 
  
Y aquí hay torres de goma, alfiles 
politizados y damas policiales 
vigilando la casa. 
  
A la caza del hombre, 
por hambre, corren todos, saltan 
de la cuadrícula y son comidos. 
  
Todo eso abunda: faltan los poetas, 
los mil, los diez mil malos, cada uno 
armado con su libro de mierda. Faltan, 
sus ensayitos y sus novela en preparación. 
Ah.. y los curricola, 
y sus diez mil applys nos faltan. 
  
No es la muerte del hombre, es una gran ausencia 
humana de malos poetas. Que florezcan 
cien millones de tentativas abortadas, 
relecturas, incordios, 
folios de cartulina, ilustraciones 
de gente amiga, cenas 
con gente amiga, exégesis, escolios, 
tiempo perdido como todo. 
  
Se necesitan poetas gay, poetas 
lesbianas, poetas 
consagrados a la cuestión del género, 
poetas que canten al hambre, al hombre, 
al nombre de su barrio, al arte y a la industria, 
a la estabilidad de las instituciones, 
a la mancha de ozono, al agujero 
de la revolución, al tajo agrio 
de las mujeres, al latido 
inaudible del pentium y a la guerra 
entendida como continuidad de la política, 
del comercio, 
del ocio de escribir. 
  
Se necesitan Betos, Titos, Carlos 
que escriban poemas. Alejandras y Marthas 
que escriban. Nombres para poetas, 
anagramas, seudónimos y contraseñas 
para el chat room del verso se necesitan. 
  
Una poesía aquí del cirujeo en la veredas. 
Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones. 
Una poesía de los salones de lectura de versos. 
  
Una poesía por las calles (venid a ver 
los versos por las calles...) 
  
Una poesía cosmopolita (subid a ver 
los versos por la web...). 
  
Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver 
poesía en el pesebre del amor...) 
  
Una poesía explosiva: etarra, ética, 
poéticamente equivocada. 
  
En los papeles, en los canales 
culturales de cable, en las pantallas 
y en los monitores, en las antologías y en revistas 
y en libros y en emisiones clandestinas 
de frecuencia modulada se buscan 
poetas y más malos poetas: 
grandes poetas celebrados pequeños, 
poetas notorios, plumas iluminadas, 
hombres nimios, miméticos, 
deteriorados por el alcohol, 
descerebrados por la droga, 
hipnotizados por el sexo 
idiotizados por el rock, 
odiados, amados por la gente aquí. 
  
En las habitaciones se buscan. 
En un bar, en los flippers, 
en los minutos de descanso de la oficina, 
entre dos clases de gramática, 
en clase media, en barrios 
vigilados se buscan. 
  
¿Habrá en la tropa? 
¿En los balnearios, en los baños 
públicos que han comenzado a construir? 
¿En los certámenes de versos? 
¿En los torneos de minifútbol? 
¿Bajo el sol quieto? 
¿A solas con su lengua? 
¿A solas con una idea repetitiva? 
¿Con gente? 
¿Sin amor? 
  
No es el fin de la historia, es 
el comienzo de la histeria lingual. 
  
Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la lengua. 
Falsifiquemos el deseo: 
Te necesito nene. 
Para empezar te necesito. 
Para necesitar, te pido 
ese minuto de poesía que necesito, necio: 
quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal poema, 
que me acaricies con sus ripios, 
que me turbes la mente con otra idea banal, 
y que me bañes todo con la trivialidad del medio. 
  
Y en medio del camino, en el comienzo 
de la comedia terrenal, quiero vivir 
la necedad y la necesidad 
de un sentimiento falso. 
  
Se necesitan nuevos sentimientos, 
nuevos pensamientos imbéciles, nuevas 
propuestas para el cambio, causas 
para temer, para tener, 
aquí en el sur. 
  
Y arriba España es un panal 
de hormigas orientales: 
rumanas, tunecinos, 
suecas a la sombra de un Rey. 
  
Riámonos del Rey. 
De su fealdad. 
De su fatalidad. 
De Su Graciosa Realidad. 
La realidad es un ensueño compartido. 
La realidad de España 
es su filosa lengua pronunciando la eñe 
y su mojada espada pronunciando el orden 
del capital y la sintaxis. 
  
¡Ay, lengua: 
aparta de mí este cuerno de la prosperidad clavado en tu ingle, 
suturada de chips, y cubre 
nuestras heridas con el bálsamo de los malos poemas...!

Rodolfo Fogwill

vía Barbas poéticas

martes, febrero 11, 2014

La realidad no es verbal



Hablar cansa: es indecible lo que es
Como se sabe: la realidad no es verbal
(cansa el cansancio de decir esto mismo)
De las palabras se retira el ser
como de la crecida inminente del río
los animales que, realmente, lo saben
a diferencia de los orilleros humanos
Somos las víctimas de una falsa ciencia
los practicantes de una superstición:
la palabra, este río a cuya orilla
como el famoso camarón nos dormimos
virtualmente ahogados en la nada torrencial
Incapaces, incluso, de saber qué corriente
y hacia donde nos lleva
si todavía cabe pensar en un sujeto
el verbo ir y como complemento
un lugar que no hay -aunque se diga-
en el adverbio donde y el hacia qué denota
en el hablar de nada (siempre se habla de nada)
-lo dice la gramática- la dirección del movimiento
reducido, también, a un simulacro.

Tu y yo hablamos del amor.

Enrique Lihn

Asistiré a mi muerte



Me moriré de frío entre las alas,
de un hachazo en el nombre,
me moriré delante de mis dos apellidos,
del árbol euskaldún que hizo mis brazos.
Me moriré de sol para gaviotas,
de lunas sin balcones a mis ojos,
me moriré sin ojos donde poner el cielo.
Me moriré de un mar irrespirable,
de un espanto más grande que la nada,
me moriré de sangre declinada sin mí,
conjugada en futuros sin presente.
Me moriré de sed junto a mis sueños,
de hambre en verso y en prosa, de hambre vida,
me moriré de vida,
moriré de la vida de la muerte.
Me moriré de tanta muerte mía
que abriré el corazón para que entre
sólo la soledad por mi agonía.
Moriré varias veces. Y a la tarde
leerán unos versos de ciprés amarillo sepultándome.
Dirán que fui poeta, solamente poeta nada menos.
No lloraréis por mí. Lloraréis
del miedo a vuestra propia muerte,
que vendrá hasta la mía vuestra muerte.
Asistiré a mi muerte,
y os contaré los días y las noches que me pasé llorando,
o cantando, o llorando, o de nuevo llorando.
Acudiré a mi entierro desde lejos,
cavaré la medida de mi polvo
y extenderé mis huesos sin raíces,
me comeré mis heces y mi nada
pensando que ya es algo ser la nada.
Iré a mi funeral
vestido con el luto de la tierra,
tocaré las campanas en silencio,
volveré hasta mi casa
y haré en mi colección de campanillas
la oración del poeta enamorado.
Unos pocos amigos verdaderos
besarán mis pecados de amistad verdadera.
Las sangres de mi sangre
harán una familia de heridas visitadas.
Tan sólo
llorará una mujer toda su alma,
me buscará el azul por todas partes,
me dirá mariposas, y yo le escribiré
sonetos para no morir
y una luz imborrable de palomas
donde voy a salvarme de la muerte,
donde van a salvarme las alas de mi nombre
y el río enamorado de sus besos.

Ángel Urrutia Iturbe

A veces



A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
       alguien te da un pañuelo
       alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la
             sala de espera del dentista
       alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
       alguien oye tu nombre y se pone a llorar

A veces
       encuentras en las páginas de un libro una vieja foto
             de la persona que amas y eso te da un tremendo
             escalofrío
       vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros
             por hora y piensas en sus ojos y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un
             día luminoso
       tocas un pie y te enervas como una quinceañera
       regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.
A veces
       una muchacha canta y estás trsite y la quieres
       un ingeniero agrónomo te saca de quicio
       una sirena te hace pensar en un bombero o en un
             equilibrista
       una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu
             prima
       un viejo pantalón te hace desear con furia y con
             dulzura a tu marido
A veces
       explican por la radio una historia ridícula y recuer-
             das a un hombre que en vida fue tu amigo
       disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en
             tu mujer y en tu hija
       ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te
             de quien no hace ni caso
       hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia
       apagan las luces de la sala y ya buscas la mano de tu
             amigo.
A veces
       esperando en un bar a que ella vuelva escribes un
             poema en una servilleta de papel muy fino
       hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea
             morder a tu vecina
       subes una escalera y piensas que sería bonito que el
             chico que te gusta te violara antes del cuarto
             piso
       repican las campanas y amas al campanero o al cura
             o a Dios si es que existiera
       miras a quien te mira y quisieras tener el poder ne-
             cesario o para ordenar que en ese mismo instante
             se detuvieran todos los relojes del mundo.
A veces
       sólo a veces gran amor.
 
José Agustín Goytisolo

jueves, enero 02, 2014

Las ciudades invisibles

LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 2
Al hombre que cabalga largamente por ti
erras selváticas le acomete el deseo
de una ciudad. Finalmente llega a Isadora,
ciudad donde los palacios tienen escaleras
de caracol incrustadas de caracoles marinos,
donde se fabrican según las reglas del
arte catalejos y violines, donde cuando el
forastero está indeciso entre dos mujeres
encuentra siempre una tercera, donde la
s riñas de gallos degeneran en peleas
sangrientas entre los apostadores. Pensaba
en todas estas cosas cuando deseaba una
ciudad. Isadora es, pues, la ciudad de
sus sueños; con una diferencia. La ciudad
soñada lo contenía joven; a Isadora lle
ga a avanzada edad. En la plaza está la
pequeña pared de los viejos que miran pas
ar la juventud; el hombre está sentado en
fila con ellos. Los deseos son ya recuerdos.
 
 
LAS CIUDADES Y EL DESEO. 1
De la ciudad de Dorotea se puede
hablar de dos maneras: decir que cuatro
torres de aluminio se elevan
desde sus murallas flanqueando siete puertas del puente
levadizo de resorte que franquea el foso
cuya agua alimenta cuatro verdes canales
que atraviesan la ciudad y la dividen en nu
eve barrios, cada uno de trescientas casas
y setecientas chimeneas; y teniendo en cu
enta que las muchachas casaderas de cada
barrio se enmaridan con jóvenes de otros b
arrios y sus familias se intercambian las
mercancías de las que cada una tiene
la exclusividad: bergamotas, huevas de
esturión, astrolabios, amatistas, hacer círc
ulos a base de estos datos hasta saber todo
lo que se quiera de la ciudad en el pasado
el presente el futuro;
o bien decir como el
camellero que me condujo allí: “Llegué en
la primera juventud, una mañana, mucha
gente caminaba rápida por las calles hacia
el mercado, las mujeres tenían hermosos
dientes y miraban derecho a los ojos, tres so
ldados sobre una tarima tocaban el clarín,
todo alrededor giraban ruedas y ondulaba
n papeles coloreados. Hasta entonces yo
sólo había conocido el desierto y las
rutas de las caravanas. Aquella mañana en
Dorotea sentí que no había bien que no
pudiera esperar de la
vida. En los años
siguientes mis ojos volvieron a contemplar
las extensiones del desierto y las rutas de
las caravanas, pero ahora sé que este es
solo uno de los tantos caminos que se me
abrían aquella mañana en Dorotea”.
 
Italo Calvino

moving toward the 21st century


it was New Years Eve party at my place
I think.
I was standing holding a drink when
this slender young fellow walked up
he was a bit drunk    he said

"Hank, I met a woman who said
she was married to you for 2
years."

"really?
what was her
name?"

"Lola
Edwards."

"never heard of
her."

"ah, come on, man she
said..."

"dont't know her,
baby..."

in fact I didn't know who
he was...

I drained my drink   walked to the kitchen
poured a refill

I looked around  yes, I was at my place
kitchen.

another
Happy New Year.

Jesus.

I walked out to face the
people.


Charles Bukowski, The last night of the earth poems
1992