jueves, abril 29, 2010


Las moscas

Hay tres temas: el amor, la muerte y las moscas. Desde que el hombre existe, ese sentimiento, ese temor, esas presencias lo han acompañado, siempre. Traten otros los dos primeros. Yo me ocupo de las moscas, que son mejores que los hombres, pero no que las mujeres. Hace años tuve la idea de reunir una antología universal de la mosca. La sigo teniendo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que era una empresa prácticamente infinita. La mosca invade todas las literaturas y, claro, donde uno pone el ojo encuentra la mosca. No hay verdadero escritor que en su oportunidad no le haya dedicado un poema, una página, un párrafo, una línea; y si eres escritor y no lo has hecho te aconsejo que sigas mi ejemplo y corras a hacerlo; las moscas son Euménides, Erinias; son castigadoras. Son las vengadoras de no sabemos qué; pero tú sabes que alguna vez te han perseguido y, en cuanto lo sabes, que te perseguirán siempre. Ellas vigilan. Son las vicarias de alguien innombrable, buenísimo o maligno. Te exigen. Te siguen. Te observan. Cuando finalmente mueras es probable, y triste, que baste una mosca para llevar quién puede decir a dónde tu pobre alma distraída. Las moscas transportan, heredándose infinitamente la carga, las almas de nuestros muertos, de nuestros antepasados, que así continúan cerca de nosotros, acompañándonos, empeñados en protegernos. Nuestras pequeñas almas transmigran a través de ellas y ellas acumulan sabiduría y conocen todo lo que nosotros no nos atrevemos a conocer. Quizá el último transmisor de nuestra torpe cultura occidental sea el cuerpo de esa mosca, que ha venido resproduciéndose sin enriquecerse a lo largo de los siglos. Y, bien mirada, creo que dijo Milla (autor que por supuesto desconoces pero que gracias a haberse ocupado de la mosca oyes mencionar hoy por primera vez), la mosca no es tan fea como a primera vista parece. Pero es que a primera vista no parece fea, precisamente porque nadie ha vista nunca una mosca a primera vista. Toda mosca ha sido vista siempre. Entre la gallina y el huevo existe la duda de quién fue primero. A nadie se le ha ocurrido preguntarse si la mosca fue antes o después. En el principio fue la mosca. (Era casi imposible que no apareciera aquí eso de que en el principio fue la mosca o cualquier otra cosa. De esas frases vivimos. Frases mosca que, como los dolores mosca, no significan nada. Las frases perseguidoras de que están llenos nuestros libros.) Olvídalo. Es más fácil que una mosca se pare en la nariz del papa que el papa se pare en la nariz de una mosca. El papa, o el rey o el presidente (el presidente de la república, claro; el presidente de una compañía financiera o comercial o de productos equis es por lo general tan necio que se considera superior a ellas) son incapaces de llamar a su guardia suiza o guardia real o a sus guardias presidenciales para exterminar una mosca. Al contrario, son tolerantes y, cuando más, se rascan la nariz. Saben. Y saben que la mosca también sabe y los vigila; saben que lo que en realidad tenemos son moscas de la guarda de verdad que de pronto se descuiden y se vuelvan cómplices, como el ángel de la guarda de Hitler, o como el de Johnson. Pero no hay que hacer caso- Vuelven a las narices. La mosca que hoy se posó en la tuya es descendiente directa de la que se paró en la de Cleopatra. Y una vez más caes en las alusiones retóricas prefabricadas que todo el mundo ha hecho antes. Pues a pesar tuyo haces literatura. La mosca quiere que la envuelvas en esa atmósfera de reyes, papas y emperadores. Y lo logra. Te domina. No puedes hablar de ella sin sentirte inclinado a la grandeza. Oh, Melville, tenías que recorrer los mares para instalar al fin esa gran ballena blanca sobre tu escritorio de Pittsfield, Massachusetts, sin darte cuenta de que el Mal revoloteaba desde mucho antes alrededor de tu helado de fresa en las calurosas tardes de tu niñez y, pasados los años, sobre ti mismo cuando en el crepúsculo te arrancabas uno que otro pelo de la barba dorada leyendo a Cervantes y puliendo tu estilo; y no necesariamente en aquella enormida inconforme de los huesos y esperma incapaz de hacer mal alguno sino a quien interrumpiera su siesta, como el loquito Ahab. ¿Y Poe y su cuervo? Ridículo, Tú mira la mosca. Observa. Piensa.




Augusto Monterroso, Movimiento Perpetuo, 1972.

martes, abril 20, 2010


- ¿A qué hora pasa la basura?

- Todo el tiempo, debajo de tus pies.


lunes, abril 19, 2010

IX El hombre de piedra


Antes cuando yo no existía y me repetía cantando entre el Ganges o entre el humo y era redondo como la Luna hecha de amor obeso Antes cuando era ilegal venir del pasado y terriblemente triste quemar con fósforos el futuro Cuando era amigo de mi fantasma que viajaba en el tiempo Cuando yo no existía y sólo tenía hambre y no existía el pan Y me la pasaba borracho con pulque y alucinaba en el centro de un paraguas Cuando nadie había pintado aún los graffiti de la calle y entonces mi fantasma me cerraba los ojos


y cuando los abría ¿Pero qué hago? me decía cortándome la mano como una flor de tela Éste eres tú cortándote y ha llegado el punto de repartir tu vida entre los viajeros del tiempo los extraterrestres los fantasmas y los robots Pero los robots aún no los conoces hasta que existas
Cuando yo no existía y la Luna tan sólo necesitaba de poesía y poesía para seguir engordando y los caballos eran automóviles y los automóviles no pensaban Cuando olíamos la gasolina Y nos arrojábamos a toda velocidad con cajas registradoras al abismo
Mucho Antes Cuando yo no existía y mi hermana hacía cálculos desesperados en la computadora y se trababa la ecuación y aparecía mi rostro recitando este poema
Cuando yo no existía y los pasajeros de la micro me miraban escribir alucinadamente en las ventanas Y tú no eras Tú no hablabas Ni este era un monólogo sino que me habían incrustado un microchip con información secreta del futuro y tú agarrabas mi brazo y comenzaba a enumerarte el porvenir hasta quedar dormido Y cuando despertaba tan sólo me quedaban arrugas en la piel Y me inventaba cualquier teoría jalada del segundo digital
Antes Cuando yo no existía y había extraterrestres probando todas las drogas de la Tierra como imitando a los superhéroes de una película Antes cuando yo no existía y mi familia era pequeñas flores salpicadas en un arbusto salpicado entre los arbustos Me agachaba a oler una y me decía Cómo tan bidimensional la vida! Me arrancaba los cabellos a tirones Me levantaba la tapa del cerebro y me miraba a mí mismo desde otra dimensión a bordo de un OVNI Y la Tierra era una impresión monográfica una calcomanía en la ventana Ahí vivo yo le decía a los extraterrestres señalando América y ellos me decían Ahí vives congelado con una flor congelada Y yo les preguntaba por mi madre y mi madre me hablaba desde una pequeña bocina en el ombligo y escuchaba su voz que me decía Estoy muerta hijo o tal vez nunca te tuve pero nos une la estrella umbilical que llevas dentro Y yo lloraba y preguntaba sí acaso había nacido en este texto Dímelo! para saber si reírme o nunca parar de escribir y comenzar a arrancar las luciérnagas negras que todo el rato se me pegan como palabras
Antes cuando yo no existía y miraba el universo Me servía una copa y otra y otra y bebía sin remordimientos mirando la rueda de mis transformaciones despertaba crudo y pensaba mi sueño fue como … como … como no haber existido por una milésima de segundo Me han engañado con la muerte pero yo también puedo engañarlos con la vida
Porque antes que estuviéramos aquí Cuando yo no existía y me planchaba la cabeza y me lavaba el estómago y afuera de la casa bajaban los secuestradores pero en realidad eran flores negras cayendo de los hilos invisibles de los árboles Con un gis que tomaba del piso trazaba un círculo en la calle Un círculo donde nunca se podrá escribir nada adentro





y salía del círculo solar y volvía a abrir los ojos y pensaba Hace un rato muy breve Apenas una milésima de segundo Cuando yo no existía y miraba el universo Hundía mi cabeza entre las palabras

viernes, abril 16, 2010

TE ALEJARÁS

Te alejarás de ese coño sangrante
que primero se ríe y después plagia
tus poemas Tratarás de olvidar
la sombra la espalda que cocina
el bulto que ronca mientras tú
en la otra habitación escribes
Te dirás cómo ha sido posible
Ese maldito olor que sale de entre
sus piernas Su manía de lavarse
los dientes a cada rato Es cierto
ya nunca más te contará la misma
historia de violaciones y psicoanalistas
Ni saldrá su relato del automóvil
paterno para estacionarse en tu
memoria (Ese mirador excepcional
desde el que veías que el coche
siempre estuvo vacío) No más
largas películas heladas Sus gestos
de desolación El miedo que apenas
pudiste tocar con las yemas de los dedos
Habrá un día feliz en que te preguntes
cómo eran sus brazos sus codos
ásperos La luna rielando
sobre el pelo que cubre su cara
Sus labios que articulan en silencio
que todo está bien Y todo
estará bien sin duda cuando aceptes
el orden de las tumbas Y te alejes
de sus largas piernas pecosas y del dolor


- - - - - - - - - - -


Ahora tu cuerpo es sacudido por
pesadillas. Ya no eres
el mismo: el que amó,
que se arriesgó.
Ya no eres el mismo, aunque
tal vez mañana todo se desvanezca
como un mal sueño y empieces
de nuevo. Tal vez
mañana empieces de nuevo.
Y el sudor, frío,
los detectives erráticos,
sean como un sueño.
No te desanimes.
Ahora tiemblas, pero tal vez
mañana todo empiece de nuevo.


Roberto Bolaño

miércoles, abril 14, 2010

Destreza pasajera
4

Salíamos entre las ocho y las nueve de la noche
sin dinero casi siempre con los ojos hirvientes
con los ojos puestos en la próxima infección
Adrián sin un centavo
Julián cenando gratis en casa de su novia
Álvaro comía de matar puercos
con un punzón los mataba con un tiro perfecto de punzón
sólo Gonzalo podía pagar una hamburguesa
nada mejor que una hamburguesa en este barrio
polvo en cada banqueta quinceañeras borrachas
novias de nuestros golpes de nuestro buen salvaje espíritu
amas de casa de la casa abandonada
donde fundamos la caricia violenta
el aguardiente con refresco de toronja
cada boca un amargo rezumar
jugando a la avalancha sin rocanrol sin cumbia
sin amistades largas ni inscripciones en los muros
temblando a veces pensando
en Lola en Magda pensando
así nomás en Dios
diantre de ocio
tomábamos la calle con las visiones místicas
de un mundo sin ositos de peluche
buscábamos un baile
locos los ojos la mirada de cemento y sueño
en la casa abandonada todas las casas eran
la casa abandonada
eran las ocho

las nueve de la noche
puñetazos a veces cinturones pedradas
unos pocos ardían nadamás porque sí
por no caer de su hamaca en el cielo
de los que han odiado mucho y sin saberlo
sin un centavo plenos en la ceguera todos
yo era feliz con ellos en las calles

mientras tú allá lejos
encendías la fogata de una huelga escolar.


Julián Herbert

lunes, abril 05, 2010

Vecina detrás de la puerta

Hay una puerta siempre cerrada que divide mi casa de la de al lado. De este lado vivo yo, completamente solo. De aquél vive una mujer que a ratos se hace acompañar. Ella se levanta temprano en la mañana y escucha siempre los mismos discos. Yo me acuesto tarde y hago lo mismo en la madrugada. Más allá del desfase que interrumpe nuestros sueños, me inquieta saber lo irrelevantes y desconocidos que somos dos seres intermediados por un muro, jamás tentados a abrir la puerta en él. Me pregunto si ella se llega a sentir tan sola por las mañanas como yo por las noches, si le intrigan los minuciosos misterios detrás de su muro. Tal vez también sepa que estamos condenados a no decirnos más que 'buenas tardes' por el resto de nuestras vidas y no le importe. Creo que nos detestamos pero nos compadecemos misericordiosamente. Esto, por supuesto, jamás será externado.


(me gusta pensar que aquella puerta lleva al faro de un cuento de Bradbury, tal vez si me atrevo a abrirla así sea, por el momento la cubre mi librero)