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Salíamos entre las ocho y las nueve de la noche sin dinero casi siempre con los ojos hirvientes con los ojos puestos en la próxima infección Adrián sin un centavo Julián cenando gratis en casa de su novia Álvaro comía de matar puercos con un punzón los mataba con un tiro perfecto de punzón sólo Gonzalo podía pagar una hamburguesa nada mejor que una hamburguesa en este barrio polvo en cada banqueta quinceañeras borrachas novias de nuestros golpes de nuestro buen salvaje espíritu amas de casa de la casa abandonada donde fundamos la caricia violenta el aguardiente con refresco de toronja cada boca un amargo rezumar jugando a la avalancha sin rocanrol sin cumbia sin amistades largas ni inscripciones en los muros temblando a veces pensando en Lola en Magda pensando así nomás en Dios diantre de ocio tomábamos la calle con las visiones místicas de un mundo sin ositos de peluche buscábamos un baile locos los ojos la mirada de cemento y sueño en la casa abandonada todas las casas eran la casa abandonada eran las ocho sí las nueve de la noche puñetazos a veces cinturones pedradas unos pocos ardían nadamás porque sí por no caer de su hamaca en el cielo de los que han odiado mucho y sin saberlo sin un centavo plenos en la ceguera todos yo era feliz con ellos en las calles
mientras tú allá lejos encendías la fogata de una huelga escolar.
Julián Herbert |