Poema innominado
I
Tiempos en que era Dios omnipotente
y el señor don Porfirio, presidente.
Tiempos - ay - tan lejanos del presente.
Cándida fe de mi niñez ingrata
muerta al nacer, en plena Colegíata
viendo folgar a un cura y a una beata.
Ciencia y paciencia que aprendí en la escuela
de la mosca impretérica que vuela
sobre calvas del tiempo de mi abuela.
Arte de ver las cosas al soslayo,
cantar de madrugada como el gallo,
vivir en el invierno el mes de mayo
y errar desenfadado y al garete
bajo este augurio: lo que usted promete...
y en la raída indumentaria, un siete.
II
Tiempos en que era Dios omnipente
y el señor Don Porfirio, presidente.
Tiempos en que el amor delicuescente
y delicado y delictuoso, hacía
un dechado, en cada hija de María,
de flores blancas y melancolía.
Tiempos en que el amor usaba flechas
y se invitaba al coito con endechas.
Tiempos de ideales y de frases hechas.
¿Quién no insinuó a su prima con violetas
u otra flor, esperanzas tan concretas
cual dormir una noche entre sus tetas...?
Bizarra edad que puso cuello tieso
y corbata plastrón a mi pescuezo
y me inhibió a la alegría y al beso...
III
Novia insolvente: por tus medias rotas
vertí de llanto las primeras gotas.
En mi recuerdo, como corcho, flotas
cuando laza de amor y complacencia,
en un cuarto de hotel y en mi presencia,
te lavabas el árbol de la ciencia
perdida ya tu condición virgínea.
Perdón si en actitud antiapolínea
besé tus muslos y aflojé la línea.
Llanto que derramaste, amargo llanto,
ira, dolor, remordimiento, espanto...
Lo que perdiste no era para tanto.
Tiempos en que yo era adolescente
y el señor don Porfirio, presidente.
y Dios nuestro señor, omnipotente...
Renato Leduc