miércoles, octubre 31, 2012

Advertencia

Nunca, desde que el deber me obliga diariamente a sentarme a teclear mis colaboraciones periodísticas, he tenido la impresión de que, al hacerlo, estoy realizando una labor literaria. No sabría si calificar o clasificar al periodismo escrito como seudo literatura o como sub-literatura pero, en todo caso, no me atrevo a calificarlo de literatura. Es de Gabriel Peri, redactor político de L'Humanité de París, asesinado por los nazis, esta definición: "El periodista político es el historiador de lo inmediato". Pero frecuentemente lo inmediato es tan inmediato que no tiene vigencia más allá de veinticuatro horas . . . porque el material periodístico es las más veces - como alguna vez oí decir con mucha gracia al maestro Vasconcelos - "fugaz y aun transitorio". Diariamente se publican en todos los periódicos del planeta magníficos escritos - crónicas, relatos, reportajes - sobre los temas más variados que sólo despiertan interés momentáneo pues en todos ellos el valor es más bien documental, testimonial o estadístico. ¿En dónde está pues la diferencia entre la que provisionalmente llamaremos seudo sub-literatura y la auténtica literatura . . . ? ¿Qué le falta o qué le sobra a la producción periodística para ser cabalmente literaria? Quizá Octavio Paz, tan docto en cuestiones lingüísticas, podría decirlo. Yo sólo puedo aventurar esta mediocre opinión: Es posible que a la producción periodística le falte hondura y le sobre superficialidad. La premura, festinación y oportunismo (he dicho oportunismo y no oportunidad) con que generalmente se realiza sería la causa.

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Pero otro inconveniente tiene el estilo periodístico: es en extremo absorbente y pegajoso. Está plagado de lugares comunes y frases hechas que a la menor provocación salen a flote. Guillermo Jordán decía que el magnífico periodista que fue José Alvarado no empleaba en sus textos lugares comunes, pero los inventaba. No son pocos los amigos y lectores que me han instado a escribir novelas, ensayos, teatro . . . en fin, algo de calidad, y me han preguntado por qué no lo hago. No me he atrevido a darles la respuesta que Salvador Novo (q.e.p.d.) solía dar a la misma instancia y a la misma pregunta: "Porque no se puede alternar el santo ministerio de la maternidad que es la literatura con el ejercicio de la prostitución que es el periodismo". Yo he dado a los preguntones respuestas menos freudianas pero más acomodadas a la realidad: "Para escribir novelas, ensayos, teatro o cualquier cosa de altura tendría antes que desintoxicarme del periodismo y eso me costaría mucho trabajo después de más de treinta años de vivir de él y para él". O bien, "Después de permanecer cuatro o cinco horas diarias culiatornillado frente a la máquina tecleando idioteces para ganarse el pan cotidiano, ya no le queda a uno humor ni para escribirle recaditos a la mujer amada". Aquel fino escritor que fue Ermilo Abreu Gómez me daba este consejo. "Procura darle cierta continuidad a tus artículos. Cuando hayas reunido trescientas cuartillas, las juntas, las corriges, las afinas . . . y ya tienes un libro. Es lo que yo hago". Pero muerto Ermilo me enteré de que tenía escritos y publicados alrededor de setenta libros de los cuales por lo menos cincuenta eran totalmente desconocidos.

Prólogo de "Historia de lo inmediato" de Renato Leduc.

Ciudad de México, 1976.