Me pelas los dientes, Calavera;
te vuelves, otra vez, de azúcar.
Cosas del tiempo; como el mío,
de instantes contados es el tuyo.
Fija una raya inamovible,
me está: retirármela no puedo;
por más prisa que quieras darme,
estás impedida de acercármela.
Un entonces tengo destinado;
en la aurora o en el crepúsculo
o en el mediodía de ese entonces,
me abatirán la fiebre, el asma
o la fractura que dispongas.
Por lo pronto, me reconforta
lo que todavía me da gusto,
por mucho que lo hayas tú roído.
Calaverilla, te lo digo;
te lo estoy firmando, Dientoncilla:
antes de eso, lo que el aire a Juárez;
no podrás, la víspera, abolirme.
te vuelves, otra vez, de azúcar.
Cosas del tiempo; como el mío,
de instantes contados es el tuyo.
Fija una raya inamovible,
me está: retirármela no puedo;
por más prisa que quieras darme,
estás impedida de acercármela.
Un entonces tengo destinado;
en la aurora o en el crepúsculo
o en el mediodía de ese entonces,
me abatirán la fiebre, el asma
o la fractura que dispongas.
Por lo pronto, me reconforta
lo que todavía me da gusto,
por mucho que lo hayas tú roído.
Calaverilla, te lo digo;
te lo estoy firmando, Dientoncilla:
antes de eso, lo que el aire a Juárez;
no podrás, la víspera, abolirme.
— Rubén Bonifaz Nuño, XIV de Calacas, 2003.