Trazos (y trancazos)de una cursileria obligada (y de una mujer que ya hasta el blog esta editando y redactando, ssshhh!)
Trazo por trazo, Carlos dibuja a la sociedad que se aglutina en el parque los domingos, se caracterizaba por su humildad y talento, también mucha generosidad, un día una mujer vino a él y para agradecerle el favor del retrato gratuito le regaló una brocha especial, de mango azul y muy duro, de un material que nunca había visto, suaves cerdas y aún así, sencilla imagen. Desde el momento en que probó el pincel se dio cuenta de que daba trazos muy particulares, trazos que contenían la cantidad correcta de pintura como para delinear la piel en aquellos codiciados retratos, la primera vez que lo intentó notó que la bella modelo que usaba se movía al ras de tal pincel “hace cosquillas” “se siente chistoso”. Carlos no podía creerlo, su pincel tocaba al pintar.
Carlos conoció a varias chicas en el parque, les daba unos esbozos de prueba de su nueva e increíble habilidad, después las llevaría al que se había convertido en su estudio personal, su habitación. Los trazos a veces causaban cosquillas, otras veces los retratos se ponían más personales “como en Titanic” les decía Carlos.
Cierto día, entre el alzado ego de Carlos recibió a una joven bella pero de apagado carisma, escasos recursos de socializar, llegó empujada por la señora grande que en otrora le había regalado el pincel. “Si solo pintas a mi nieta con una sonrisa, el pincel será todo tuyo, si no, obtendrá cualidades negativas” le suspiró al odio. Carlos creyó que tendría la facilidad de cosquillear con las delgadas fibras del pincel para pasarla bajo su mentón o aéreas estratégicas para hacerla sonreír, la chica no se inmutó ante sus pinceladas. Sorprendido, aunque más bien asustado, Carlos se acercó a ella para intentar hacerla reír, la gente de la plaza se burlaba de él. Frustrado regresó a su banquillo a terminar la pintura de la desanimada joven.
“Te veo a las 5, tendremos una sesión privada” le murmuró molestamente Carlos a la nieta que sólo asintió “aja”. Llegando a casa del frustrado pintor, inmediatamente la colocó en diversas posiciones, con el sol en la cara e incluso intentó hacerle cosquillas con el pincel directamente “ya te dije que no tengo cosquillas” insistía desganadamente la modelo. “Algo, algo se debe poder hacer contigo”.
Carlos pintó por días seguidos, al terminar un retrato comenzaba otro, su casa se tapizó de esbozos de una mujer sin sonrisa, pero que con el tiempo su semblante se iba cuarteando, la mirada se veía cada vez más nublada y mientras Carlos seguía obsesionado por conseguir una ondulante línea en su cara, pequeñas muecas se empezaban a dibujar sin que lo notara.
“No entiendo por que te obsesiona tanto que sonría” lo cuestionó, “no es posible que no puedas sonreír, debe ser este cochino pincel, maldito, todo es su culpa, que se vaya al diablo y se lo meta por donde mejor le quepa, me tiene aquí metido, que se queden su pincel, al fin que la risa está sobrevalorada!” Carlos arrojó el pincel y al golpear la pared se rompió en cachitos, la joven estalló en risas y él también.
Así fue como Carlos consiguió dominar las destrezas de la pintura y ella…ella era une mujer que todavía no sonreía, más que en unos momentos muy especiales.
Carlos: Ya, vamos al cuarto, ya se fueron todos. (Besos).
Ella: (Risas) Bueno, ahora te alcanzo.
Fin
Saludo(nide)s