domingo, septiembre 16, 2007

Hoy

La patria se pinta en tres colores, uno del color de dolares, otro de las blancas tunicas de los padres que han impedido un avance por el bien de la instituciòn de la cruz y finalmente, el rojo, esa si es sangre, de la gente que a diario muere en miseras condiciones. Esa es la celebrac`´on de una nación que exalta la traición y la corrupción, una nación de pocos ricos riquísimos y de muchos pobres pobrísimos.

Hoy celebremos al territorio delimitado por robos al sur y regalos al norte, aquel conquistado por su misma gente, uno de los territorios que pone al indígena muerto como símbolo de orgullo nacional, pero al indígena vivo lo condena a lugares remotos para que muera sin ser visto, sin registro de su existencia cae aquello de lo que nos jactamos.

Este día tocaremos trompetas y guitarras, montaremos caballos y beberemos vinos, todos traidos desde Europa con el precio de mucha sangre inocente; ejerceremos sin culpa, un natural racismo que trae de manera nata cada uno de los habitantes de esta nación, que el complejo de superioridad del blanco se disfrace con un bigote comprado en algún semaforo de la gran urbe.

La televisora del estado nos recuerda lo valiente que hemos sido a través de series protagonizadas por personas que sin duda representan más la etnografía alemana que una local, todos aplaudimos la versión de los historiadores que mienten por crear una versión de los ganadores o los perdedores con honor, cuando en verdad caminamos sobre una historia de huesos y tierras vendidas.

Hoy beberemos cervezas nacionales y tequila para olvidar y al final de la noche gritar al unisono con un presidente que parece ser un mejor gobernador para los de allá arriba que para los de aquí abajo:

¡Viva México! ¿Viva?

Saludos