Ataduras eternas
Abrir los ojos, notar la erección matutina que me incita a seguir recostado, eso y que creo no poder mover mis mis piernas en la próxima hora, los parpados caen pero la alarma suena, la apago, una mosca zumba cerca de mis oidos, las campanas suenan y mi aliento me recuerda que debí haberme lavado los dientes la noche (tarde y día) anterior, la dermo grasa que ha segregado mi máquina no ha sido vista todavía, pero puedo sentirla sobre mi como cera que me mantiene en la misma posición, viendo al techo estático. Estar condenado a esta máquina puede ser un gran pesar, si no fuera por aquella extraña motivación, un incentivo que hace que me levante y piense en la nieve del volcán, la satisfacción especulada y mental me levanta del reposo y creo que también a la máquina se le puede alimentar de placer, después de todo no es tan malo.
Apagar alarma.
Saludos