Qué patética la cara del turista, frente a todos esos monumentos icónicos, con una sonrisa obligatoria, abrazando al lugar común, posando igual de solo que cuando estaba sentado en el sillón de su casa, planeando su viaje, haciendo las reservaciones, tramitando el pasaporte, todo para conseguir esa foto que guarda con orgullo en un archivo digital, y al cual recurre de vez en vez creyendo que fue feliz.
La buena foto: el turista solo en su habitación, frente a su computadora personal, viendo la foto.